El ozono es una sustancia que se encuentra de forma natural en estado gaseoso, a unos 10 km de la superficie terrestre (estratosfera). Este ozono es beneficioso para la salud, ya que absorbe los rayos UV de la radiación solar y nos protege de sus efectos dañinos. Sin embargo, pasa a considerarse un contaminante cuando se encuentra en la superficie, ya que es un gas reactivo y altamente oxidativo con baja solubilidad en el agua. La exposición a este gas se da por inhalación, y luego se absorbe en las vías respiratorias superiores donde, por su baja solubilidad en el agua, no se elimina de forma efectiva. Por ello, la gran mayoría del ozono viaja hacia las vías intratorácicas y se absorbe principalmente en las vías respiratorias inferiores, ya que se disuelve en el ELF (epithelial lining fluid). Las reacciones que se producen al disolverse generan productos de oxidación secundarios, los cuales producen estrés oxidativo que puede causar daño celular y alterar la señalización celular en las vías respiratorias.
Aunque la monitorización y regulación se aplican generalmente a los espacios exteriores, la mayor parte de la inhalación ocurre en los espacios interiores. La concentración de ozono en interiores depende de varios factores entre los que se encuentran el índice de intercambio gaseoso, la pérdida de ozono por reacción con gases orgánicos y, en espacios densamente ocupados, la pérdida de ozono en ocupantes, entre otros.
La importancia del ozono como contaminante del aire está reconocida desde mediados del siglo XX. La OMS establece un límite de 50 ppb de exposición diaria máxima considerando una jornada laboral de 8 horas. En cuanto a la directiva europea y la legislación española, se refieren sólo a la calidad de aire exterior y determinan un límite de exposición de 60 ppb, también para un promedio de 8 horas. El valor límite ambiental de exposición diaria (VLA-ED) fija estos umbrales que dependen del trabajo realizado durante una jornada semanal de 40 horas: 50 ppb para trabajos pesados, 80 para moderados y 100 para ligeros.
Los rangos de valores utilizados como indicadores se basan en los valores recomendados por la OMS y los organismos europeos, y en los niveles a partir de los que se presentan efectos adversos en la salud.
La concentración de ozono se puede medir tanto en µg/m³, como en ppm o ppb. Aunque MICA recoge los valores en ppb, se puede realizar la conversión teniendo en cuenta las condiciones de temperatura del ambiente. Se muestran a continuación las relaciones entre las unidades mencionadas para una temperatura de 20 ºC:
• 1 ppb ~ 0.01 ppm ~ 2 µg/m³
Generalmente, el ozono se origina en el exterior y entra a los espacios interiores junto con el aire ventilado. El ozono en el exterior se encuentra de manera natural en la estratosfera, y como contaminante secundario en la superficie terrestre o troposfera. En este último caso, el ozono se forma como consecuencia de reacciones químicas en presencia de VOCs y NOx (precursores primarios), y de radiación solar. Además, también existen fuentes emisoras de ozono en interiores. Entre estas fuentes se encuentran los blanqueantes, decolorantes, desinfectantes, desodorantes, limpiadores, microbiocidas y en productos de tratamiento de aguas. También es frecuente la emisión interna de ozono por equipos de oficina como impresoras láser y máquinas fotocopiadoras, o como subproducto de procesos de purificación de aire con filtros UV.
Un espacio libre de ozono es beneficioso para la salud. Las vías respiratorias inferiores están libres de productos de oxidación secundarios provenientes de reacciones químicas del ozono, y se evita el daño celular que estos provocan, junto con la inflamación y las alteraciones consecuentes. La ausencia de ozono es muy importante para garantizar un espacio saludable en el que los sistemas respiratorio e inmunitario, entre otros, no se ven atacados.
Las concentraciones elevadas de ozono a corto plazo pueden provocar tos, dolor o picor en la garganta, así como dificultades e incluso molestia en la respiración profunda. Puede inflamar y dañar las vías respiratorias y aumentar la susceptibilidad de los pulmones a las infecciones, alterando la función de barrera protectora del epitelio. Puede agravar también enfermedades respiratorias como el asma, el enfisema y la bronquitis crónica. Las personas asmáticas pueden notar un aumento en la frecuencia de los ataques de asma.
Además del sistema respiratorio, también afecta a otros sistemas como el cardiocirculatorio, el inmunitario, el gastrointestinal y el hígado. En ocasiones, puede llegar a dañar la piel y las mucosas o incluso llegar a provocar efectos neurotóxicos. Como ocurre habitualmente, los efectos pueden agravarse o tener mayor prevalencia en personas asmáticas y grupos de riesgo vulnerables, como personas mayores o infantes. Además, personas con ciertas características genéticas y con falta de ingesta de ciertos nutrientes como la vitamina C y E son también más propensas a verse afectadas por la exposición al ozono.
Consejos para reducir las concentraciones de ozono en espacios interiores:
• Sistemas de ventilación con filtros de carbono activo
• Eliminación de las fuentes contaminantes