Las partículas en suspensión en el aire son una mezcla compleja de sustancias de distinta composición química y diversa naturaleza física que presentan un tamaño variable entre 0,005 y 100 μm y no pueden detectarse a simple vista. La composición de estas partículas es una mezcla heterogénea, desde compuestos poco volátiles, amianto, esporas de hongos, bacterias, todo tipo de alérgenos, o incluso metales pesados.
Aunque la valoración de su toxicidad depende de la composición específica, una cantidad elevada de polvo en suspensión ya puede derivar en problemas para la salud. Especialmente las partículas inferiores a 1 – 5 μm, que pasan en su mayor parte sin filtrar de las vías respiratorias a los alveolos pulmonares.
Generalmente, la medición agrupa a todas las partículas con diámetro desde menos de 0,1 micras hasta 50 micras. Las partículas de mayor tamaño suelen depositarse por gravedad en el polvo presente en suelo y superficies interiores. Se expresan como PM (particulate matter o material particulado) y el diámetro de partícula como subíndice en μm: PM1, PM2,5, PM4 o PM10 son las más frecuentes en mediciones de calidad de aire interior.
Cuanto mayor es el tamaño de las partículas, menor es el tiempo que permanecen en suspensión. Partículas mayores de 10 μm se depositan rápidamente en el polvo; las partículas PM10 (con diámetro ≤ 10 μm) pueden permanecer suspendidas durante horas. Las partículas PM2,5 (con diámetro ≤ 2,5 μm) pueden permanecer en el aire durante semanas y son más susceptibles de desplazarse a través de los sistemas de ventilación. Los actuales estándares de la EPA (Agencia de Protección Medioambiental de Estados Unidos), recomiendan valores máximos para PM2,5 de 35 μg/m³, aunque tras la última revisión de los NAAQS (National Ambient Air Quality Standards) en febrero de 2024, plantea una reducción de los valores totales anuales de 12 a 9 μg/m3. La UE establece unos niveles máximos de 20 μg/m³ también para PM2,5.
PM 1.0, PM 2.5 y PM 4.0:
PM10:
La valoración de las partículas en suspensión se realiza en función del peso de las partículas de cada tamaño por volumen de aire (μm/m³).
La asociación de partículas en suspensión en el aire interior con la contaminación ambiental exterior es directa. El tráfico rodado (vehículos diésel, principalmente) o la industria (chimeneas, carbón, incineradoras, canteras, determinados trabajos agrícolas, etc.) son la principal fuente de emisión que, en función del sistema de ventilación y filtros, pueden detectarse en ambientes interiores. Sin embargo, los interiores de edificios tienen sus propias fuentes de emisión de partículas como pueden ser los aparatos de combustión o el humo del tabaco, o de origen biológico como polen, esporas, bacterias u hongos.
En ausencia de fuentes interiores conocidas, las concentraciones de partículas en el aire interior son muy similares a las del aire exterior.
Un bajo nivel de partículas en suspensión implica un bajo nivel de polvo en suspensión y por lo tanto ausencia de sustancias irritantes, potencialmente alérgicas y contaminantes. Un aire libre de partículas en suspensión es un aire limpio y característico de un ambiente interior saludable.
Las partículas presentes en el aire interior pueden ser irritantes respiratorias y potencialmente alérgicas. Los efectos sobre la salud dependen del tipo de partícula presente y su facilidad de penetración en el organismo. En personas con sistema respiratorio debilitado o con patologías respiratorias previas como asma, afectan más directamente. La diversidad de síntomas asociados va desde irritaciones de las vías respiratorias y oculares, mayor incidencia de enfermedades respiratorias y cardiovasculares, aumento de la incidencia de cáncer a largo plazo, o incluso agravamiento de enfermedades infecciosas o con sistema inmunitario debilitado.