El formaldehído es una sustancia tóxica y muy volátil con un impacto directo en la salud. Está considerada cancerígena, neurotóxica y sensibilizante. A pesar de sus riesgos, es uno de los compuestos químicos industriales más relevantes, y está presente en miles de productos industriales y de consumo.
El formaldehído es ampliamente utilizado en diversas industrias y sectores. Por ejemplo, se encuentra con regularidad en laboratorios y hospitales, donde se libera del formol utilizado para preservar muestras biológicas. También es frecuente en otras industrias, como la construcción, la fabricación de plásticos, espumas y resinas, humo de tabaco o chimeneas abiertas, así como conservante en el sector textil o en el sector funerario.
Además de estos usos específicos, el formaldehído es común en nuestros entornos interiores, presente en materiales de construcción como tableros de partículas y otros derivados de la madera, así como en productos de higiene y cosmética, entre otros. Por esta razón, cualquier empresa es susceptible de encontrar formaldehído en sus instalaciones y lugares de trabajo.
La exposición en concentraciones por encima de las recomendadas puede provocar irritación en los ojos, en la piel y en las vías respiratorias. Si esta exposición se prolonga en el tiempo, los efectos pueden ser todavía más adversos, pudiendo llegar a empeorar sintomatología en personas vinculadas con el asma e incluso derivar en diferentes tipos de cáncer. Todo esto, junto con la importancia de crear ambientes de trabajo seguros y saludables, motiva la necesidad de encontrar una solución que haga frente a la raíz del problema: la cantidad de formaldehído presente en los espacios interiores.
Los efectos nocivos del formaldehído pueden controlarse mediante una ventilación efectiva que reduzca su concentración a niveles seguros en torno a los 50 ug/m3. Para garantizar estos valores, identificar fuentes de contaminación y, por lo tanto, asegurar un espacio limpio y seguro, la monitorización de la concentración de esta sustancia es la clave.
Sin embargo, a lo largo del tiempo se han encontrado dificultades para medir las concentraciones de formaldehído de manera fácil y precisa, debido a los problemas de sensibilidad cruzada de los sensores con otros VOCs. inBiot integra sensores que afrontan este problema. Se trata de sensores electroquímicos desarrollados con el foco en obtener mediciones precisas, de respuesta rápida y, sobre todo, con una muy baja sensibilidad cruzada con otros VOCs.
Los sensores electroquímicos se basan en el principio electroquímico. El sensor está compuesto por dos electrodos separados por un electrolito. Cuando el aire entra en contacto con el electrodo, se produce una reacción química: el formaldehído se descompone y genera una corriente eléctrica entre los electrodos, proporcional a la concentración del compuesto. La baja sensibilidad de este sensor frente a otros VOCs resulta de la reacción química específica que se desencadena.
Además, los electrodos en los que se produce la reacción pueden someterse a modificaciones mediante nanopartículas, nanopartículas metálicas o metales óxidos, entre otros. Estos modificadores pueden suponer una mejora en el funcionamiento del sensor, en términos de sensibilidad, selectividad y ratio de detección, ya que se optimizan para la aplicación concreta del sensor, es decir, para la detección del gas específico, en nuestro caso, el formaldehído. De esta forma, los sensores con electrodos modificados utilizados por inBiot obtienen mucha menor interferencia proveniente de otros gases y las mediciones de formaldehído son mucho más fiables.
La importancia de la monitorización del formaldehído por sus efectos negativos en la salud motivó a inBiot a desarrollar MICA Plus. Este dispositivo ofrece una solución para afrontar el reto hacia el objetivo final de garantizar una adecuada IAQ (Indoor Air Quality). Integra un sensor electroquímico de formaldehído, que se caracteriza por su baja sensibilidad cruzada con otros VOCs y que ofrece medidas muy precisas de concentración con una respuesta rápida. Además, debido a las bajas interferencias de otros VOCs en las mediciones, el lifespan del sensor es mayor que para los sensores basados en otras tecnologías, ya que depende de la cantidad de gas a la que se expone.
Por todo ello, MICA Plus se convierte en una herramienta esencial para proteger la salud de las personas y mejorar su calidad de vida. A través de un riguroso control y monitorización del formaldehído y otros contaminantes interiores clave, permite prevenir riesgos vinculados a factores críticos que impactan en la calidad del aire interior.